viernes, febrero 8

Departamento 2



Abre la puerta del departamento, mira a su alrededor y entra lentamente. La puerta la deja entreabierta. Se mueve lento por el departamento. Es de noche y no hay casi luz, sólo un foco alumbra toda la sala y un poco el rostro del hombre. Cuando él lo nota, se sobresalta y deja de apretar los puños, por un segundo deja de sudar y lo saluda.

–Está adentro. Entra rápido. –dice el hombre sentado en uno de los sillones de la sala. El otro hombre en la puerta se quita el abrigo y el sombrero. De su abrigo saca una cajetilla de cigarrillos sin filtro. – ¿Quieres? –dice mientras le ofrece uno. Lo toma y lo prende con fósforos, luego prende el cigarrillo del hombre que acaba de entrar. Dan fumadas largas y espesas, luego el hombre del saco atraviesa el pasillo lentamente. Saca el revolver, que tenía apretado por el pantalón en la espalda, y lo carga. Llega a una puerta marrón que está cerrada y la abre. Escucha un mascullo líquido y largo. Ve a una mujer atada a una silla por manos y pies. Sus pies están con una soga gruesa que la aprisionan a una de las patas de la silla, sus manos atadas entre sí también se amarran al respaldar de la silla, tiene en la boca un trapo y cubriéndola un poco de cinta adhesiva. Tiene el cabello alborotado, los ojos llorosos y los pies sangrando. El hombre se detiene y la mira, voltea hacia la puerta y da una pitada breve a su cigarrillo. – ¿Estás seguro que es ella? –dice algo asustado. El otro hombre le responde afirmativamente desde el otro lado del apartamento, luego lo apresura.

–Eres una puta. –le dice con el arma apuntando directamente a su cabeza Luego vacila con el arma por varias partes de su cuerpo. Grita fuertemente mientras la golpea no muy fuerte, primero en el rostro y luego la patea en las piernas. La quema con el cigarrillo, en los brazos, en las mejillas y finalmente en los labios. Una herida roja, sangrante y grotesca queda allí. Sus movimientos se tornan muy violentos, es decir, su corporalidad en general se ve afectada por breves golpes de distintas partes de su cuerpo. Como si el tiempo lo acelerase en un momento y en el siguiente lo ralentiza. En este intercambio de velocidad corpórea blasfema y maldice. “Puta, no te hice nada, sólo estuve allí y me tratas así. Eres una puta, una ramera, te detesto.” Termina por empujar con su pie el pecho de la mujer hacia atrás, ella cae con todo y silla, llora mucho y sus palabras se quedan atrapadas en el trapo. Casi se puede oír una disculpa, un lamento pero los gritos de él callan cualquier otro ruido. Aprieta el gatillo y una bala atraviesa el abdomen de la mujer, lacerando el hígado. Luego dispara dos veces más, ambas balas en el pulmón izquierdo. Él muy consciente de sus disparos dispara a cada uno de los pies y finalmente cuando no soporta la cantidad de sangre y lágrimas dispara a la cabeza incitado por alguna fuerza exterior, algún demonio.

Sus pies se congelan, tiene el revólver en mano. Prende un cigarrillo y va a la sala. –No pude hacerlo, lo siento. Abre la puerta entreabierta y fuma mientras llora en el descanso de la escalera.


Canción para la destrucción imaginaria:


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