sábado, abril 30

Me preocupa, en excesos positivos, la falta de luz.

No se trata, de ninguna manera, de un miedo a la noche o la sombra. Todo lo contrario: no hay nada que me apasione más que el andar desorientado por la penumbra.

Mi preocupación circunda otro asunto, cuya índole ontológica y nostálgica comienzo a desconocer.

Me preocupa en excesos positivos que, de repente y sin aviso, esos puntos luminosos sean sólo recuerdo, y me vea privado de su reflejo en las cosas naturales.
Una maceta, un cuadro, una taza, un sofá, cualquier cosa, adquiere, no lo dudo, esa tonalidad ajena, que tiene su origen en esa luz que ahora me falta.

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