Casi no consigues
mi caída
de la tranquilidad
a ese turbio
paso acelerado,
y siempre bullicioso,
del tumulto de los órganos,
todos acompasados
por el juego de las luces.
Pero me encuentro
siempre por azar
con un cabello en mi ropa
o la bandada de tus aves
en mi boca.
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