Hace ya un tiempo el blog se ha mudado a esta nueva dirección:
http://soleadoderramecerebral.wordpress.com
Están invitados a visitar la nueva casa.
domingo, enero 29
domingo, agosto 28
lunes, agosto 22
martes, agosto 16
domingo, agosto 14
sábado, junio 25
La fiesta en la calle
Una comparsa grande pasa colorida
llena mi calle
de esa parafernalia que vuela fácil
con el viento.
Desde mi baño
que inocente se llena de confeti
hasta mis cajones
que revientan de animales hechos de papel.
Horas enteras de jolgorio cantado
y ni un segundo de duda
ante toda la alegría.
llena mi calle
de esa parafernalia que vuela fácil
con el viento.
Desde mi baño
que inocente se llena de confeti
hasta mis cajones
que revientan de animales hechos de papel.
Horas enteras de jolgorio cantado
y ni un segundo de duda
ante toda la alegría.
lunes, junio 20
Crónica (parte 1)
Sin la prisa
empujado a través
por motores desconocidos.
I
Lo particular
se extiende por los vientos
de los silencios
resoplado con
la calma que tu vientre
guarda para mí.
Me alejo del
tiempo que conozco
persiguiendo
lo fascinante,
las luces perdiéndose
en ruta tuya.
II
Lloran los grillos
cuando el frío aleja
todos sus sueños,
y su canto
me cae sobre la vista
haciéndome dormir.
III
Toda emoción
es siempre aire,
ese momento
cuando la materia se convierte
en energía,
y mi cuerpo es habitado por nubes
que extensas han venido
desde las montañas
trayendo el aire nuevo
sin el agua que inundaría mis pulmones
y ahogaría, no lo dudo,
toda posibilidad
de transformar
la materia
en energía.
IV
La neblina
deja pasar
entre sus capas de sábanas grises
ese brillo
de las cosas
que tocas.
sábado, mayo 28
Divagación y reflexión a propósito de las elecciones que se avecinan
A propósito de la marcha del 26 de Mayo: Por esperanza y dignidad: Fujimori nunca más caí una vez más en la reflexión sobre la urgencia política que me venía galopando. Creo que nunca había sentido una necesidad política tan urgente cómo la que ahora me mueve a escribir este post. La importancia de la política no puede tomar real envergadura, supongo, hasta que el sistema te permite acceder a través de las instituciones de participación a él mismo; por ello mi intervención primeriza en las elecciones presidenciales despierta en mí una dimensión política que existía latente, y se expresaba de algunas formas no tan específicas pero que permanecía principalmente potencial.
La premisa es sencilla: como recién puedo ejercer mis deberes y derechos ciudadanos, en particular el más representativo, recién debo caer en una cuenta reflexiva y objetiva: escoger. Definitivamente no se trata sólo de eso ejercer una actitud política activa, pero eso condensa un poco el problema que supone participar en un estado democrático.
La coyuntura actual no es muy esperanzadora. Con una mayoría de los medios de comunicación actuando en favor de un candidato, permitiendo que la linea editorial gotee sobre la información, no es extraño observar cómo mucha gente, y lo digo principalmente por la gente de mi generación, cae en oscuros fantasmas argumentales cuyo callejón de un sólo caño es siempre un profundo miedo, resentimiento, racismo, etc; es decir una ancha ausencia de confianza en el sistema democrático. No los culpo, pero la falta de confianza denota también una falta de empoderamiento sobre dicho sistema. O en todo caso una amplia confianza en un sistema económico y cultural que se ha encargado de autoexcluirse de la política y por lo tanto de muchas discusiones sobre la ética de la convivencia. Quizá lo más extraño de creer en que vivimos en tiempos de posmodernidad es creer que eso nos supone ser personas de un corte apolítico. Me apena pensar que esa postura política posmoderna sea una característica de mi generación pues dota a sus actitudes políticas de una falta de crítica y un apatismo alarmante. No hay peor manera de vivir la política que pensando que uno está sobre ella (y por lo tanto creyendo que se tiene un poder encima de ella) y que su preocupación por hacer algo al respecto es simplemente ineficiente y sin alcances reales.
Lo que termina por preocuparme realmente de la disyuntiva electoral es cómo se revelan carencias intelectivas y emocionales (no me cansaré de decir que la política es una actividad compartida por el corazón y el cerebro) en las personas de mi generación y cómo la fisura no son los candidatos sino lo que despiertan en los votantes. Frases como el mal menor me hacen notar que algo anda mal en nuestra relación con la política.
La marcha del 26 de mayo sin embargo me da una certeza, por lo pronto: existen personas que crean espacios para demostrar que nuestra participación política no es limitada pero si poco conquistada. Muchos de los jóvenes con los que puedo encontarme realmente se sienten imposibilitados de hacer algo al respecto y, claro, entonces sus votos se convierten en simples trazos en un papel cuya importancia no es más que un número. ¿Cómo pretender que estos votos representen realmente una vehemencia política, no sólo sobre quién deseas que sea presidente sino, y más importante, sobre cómo deseas formar parte del sistema y ejercerte con derecho y responsabilidad sobre él sino existe una confianza en el poder que la ciudadanía te provee?
Naturalmente la culpa no yace sólo en los medios de comunicación que faltan a su función democratizadora, sino en la ausencia del estado de la promoción de estas actitudes. El problema no tiene una solución pragmática, y no pretendo dar si quiera con una solución teórica. Pero sí pronunciarme como consciente de la urgencia que supone despertar en las personas su poder y deber ciudadano.
Me alegra, a pesar de todo, vivir el tiempo que vivo, y lo digo con la certeza de poder hacer algo al respecto. Esta certeza se funda en mi conocimiento del poder que supone ser un ciudadano, en el poder que me provee descubrirme con una actitud política que sé que la reflexión y el diálogo sólo alimentarán más y más.
Fotos: Carina Barreda
Lo que termina por preocuparme realmente de la disyuntiva electoral es cómo se revelan carencias intelectivas y emocionales (no me cansaré de decir que la política es una actividad compartida por el corazón y el cerebro) en las personas de mi generación y cómo la fisura no son los candidatos sino lo que despiertan en los votantes. Frases como el mal menor me hacen notar que algo anda mal en nuestra relación con la política.
La marcha del 26 de mayo sin embargo me da una certeza, por lo pronto: existen personas que crean espacios para demostrar que nuestra participación política no es limitada pero si poco conquistada. Muchos de los jóvenes con los que puedo encontarme realmente se sienten imposibilitados de hacer algo al respecto y, claro, entonces sus votos se convierten en simples trazos en un papel cuya importancia no es más que un número. ¿Cómo pretender que estos votos representen realmente una vehemencia política, no sólo sobre quién deseas que sea presidente sino, y más importante, sobre cómo deseas formar parte del sistema y ejercerte con derecho y responsabilidad sobre él sino existe una confianza en el poder que la ciudadanía te provee?
Naturalmente la culpa no yace sólo en los medios de comunicación que faltan a su función democratizadora, sino en la ausencia del estado de la promoción de estas actitudes. El problema no tiene una solución pragmática, y no pretendo dar si quiera con una solución teórica. Pero sí pronunciarme como consciente de la urgencia que supone despertar en las personas su poder y deber ciudadano.
Me alegra, a pesar de todo, vivir el tiempo que vivo, y lo digo con la certeza de poder hacer algo al respecto. Esta certeza se funda en mi conocimiento del poder que supone ser un ciudadano, en el poder que me provee descubrirme con una actitud política que sé que la reflexión y el diálogo sólo alimentarán más y más.
Fotos: Carina Barreda
sábado, abril 30
Me preocupa, en excesos positivos, la falta de luz.
No se trata, de ninguna manera, de un miedo a la noche o la sombra. Todo lo contrario: no hay nada que me apasione más que el andar desorientado por la penumbra.
Mi preocupación circunda otro asunto, cuya índole ontológica y nostálgica comienzo a desconocer.
Me preocupa en excesos positivos que, de repente y sin aviso, esos puntos luminosos sean sólo recuerdo, y me vea privado de su reflejo en las cosas naturales.
Una maceta, un cuadro, una taza, un sofá, cualquier cosa, adquiere, no lo dudo, esa tonalidad ajena, que tiene su origen en esa luz que ahora me falta.
No se trata, de ninguna manera, de un miedo a la noche o la sombra. Todo lo contrario: no hay nada que me apasione más que el andar desorientado por la penumbra.
Mi preocupación circunda otro asunto, cuya índole ontológica y nostálgica comienzo a desconocer.
Me preocupa en excesos positivos que, de repente y sin aviso, esos puntos luminosos sean sólo recuerdo, y me vea privado de su reflejo en las cosas naturales.
Una maceta, un cuadro, una taza, un sofá, cualquier cosa, adquiere, no lo dudo, esa tonalidad ajena, que tiene su origen en esa luz que ahora me falta.
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